miércoles, 2 de noviembre de 2011

JULIETA

Cuando empezó el año Lola encaró cole nuevo, compañeros nuevos, derecho de piso, etx. Con el tiempo se hizo amiga de Julieta: un año menor que ella, mismo color de pelo y a veces confundidas por hermanas. Muy chiquititita, muy buena onda y cariñosa. Siempre tenía besos para Lola y para mí, pero sobretodo para Marta, nuestra perra salchicha, a quien dejaba que le chupetee toda su cara durante un buen rato en cada encuentro.
Un dia, mientras esperábamos que abrieran las puertas del colegio, nos pusimos a charlar con ella. Y que con quién vivís, y por dónde, etx. Nos cuenta que su mamá vive en Bernal y su papá en Devoto. Asumí una separación y como para buscarle el lado positivo a la cosa, señalé que lo copado es tener dos casas en vez de una. Entonces Julieta aclaró que su papá estaba en la carcel, por haberle roto la cara a no se quién. Nuevamente traté de recurrir al estoicismo que me agarra frente a situaciones de carácter borderline y le pregunté: "Y cuánto le queda adentro? 6 meses? Nada muñeca! Pasan volando! Choque esos cinco..."
Algunas tardes, volvíamos juntas las 3 por casi el mismo camino. Julieta se divertía mientras llevaba a Marta de la correa y picaban con Lola hasta la esquina. Nos devolvía la perra, nos daba un beso y la mirábamos cruzar la calle.
Una tarde Lola me dice que hacía mucho tiempo que Julieta no venía al colegio. Toda una semana.
Entonces apareció. La cruzamos en la calle, camino al cole. Iba con una mujer (eventualmente su madre) que cargaba una mini Julieta en sus brazos. Caminaban muy apuradas de la mano de enfrente. Lola le gritó "Juli!!!" Julieta se dió vuelta y nos miró, pero no nos saludó. Y desde entonces, cada vez que aparece con su madre, tiene cara de susto y nos saluda a escondidas. Como si el cariño fuera algo terminantemente prohibido de expresar.
Y además de todo esto, la madre la trata horriblemente mal sin importar el público presente. La recontra caga a gritos esté quien esté y donde estén. Es desproporcionadamente brutal a la dulzura, cariño y afecto -escondido- de una criatura tan pequeña.
Y me da impotencia, me provoca un nudo en la garganta, me dan ganas de charlar con la madre y avisarle que tiene una hija adorable y que si no la quiere yo estaría dispuesta a adoptarla. Calculo que forma parte de mi surrealismo esta última idea así como la de temer por mi vida en caso de hacerle semejante planteo a su madre.
Pero también pienso que puede ser que los padres que son así, tan fríos, secos, desamorados...logren el efecto contrario en el comportamiento de sus hijos y de alguna manera, los pequeños destetados y su instinto de conservación, obtienen una cuota extra de amor para dar y llenar un vacío.

1 comentarios:

Betiana dijo...

*sigh* So sad. So real.